martes, 25 de mayo de 2010

¡Felices 200 años!

Con todo esto de los festejos por el Bicentenario me doy cuenta de que está bueno ser argentino.

En una de sus tantas apariciones en el escenario de la 9 de Julio, Gustavo Santaolalla expresó, palabras más, palabras menos, que cree que hay muy pocos países en el mundo en el que se pueda disfrutar de un partido de fútbol en el que destaque el talento de sus jugadores y luego un concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional donde vuelva a destacar el talento local. También el hecho de que una multitud pueda disfrutar tanto una expresión como la otra (salvando las distancias de popularidad).

Esto que resaltó Santaolalla tiene que ver con lo que a mí me pareció lo más destacado de estos espectaculares días de festejo: la muchedumbre que presenció las diferentes presentaciones aclamaba a todos los artistas. No sólo se bancaban a los artistas a los que no habían ido a ver, sino que los aplaudían y festejaban casi casi a todos por igual. Eso me llenó de alegría, si bien entiendo que es sólo una visión parcial ya que sólo lo pude vivir por televisión, y recién hoy comprobaré personalmente cómo se desarrollan los festejos.

Hay un gran escritor argentino que siempre me da una explicación para cada una de las características de nuestro pueblo: Raúl Scalabrini Ortiz.

En su obra "El Hombre que está solo y espera", define al porteño, al que llama "El Hombre de Corrientes y Esmeralda". Pero también describe muchas de las características de todos los hombres y mujeres que habitamos este país. Nos dice por qué tenemos tendencia a la negatividad y la depresión, por qué la amistad es un valor que cuidamos como casi en ningún otro lugar, y muchas otras cosas más.

Es por esto que hoy quiero compartir la nota al lector que incluyó como prólogo a su libro. Porque allí esboza por qué la multitud que se congrega a festejar a la Patria es auténticamente expresión del "Espíritu de la tierra". De esta tierra.

Este es mi humilde homenaje a este país y todos sus pensadores y pensadoras que valieron y valen la pena. Y que no son sino resultado de la atmósfera que respiramos como argentinos.

"LECTOR:


No catalogue vacío de sentido a lo que en el interior de este libro llamo “espíritu de la tierra”.


Si por ingenuidad de fantasía le es enfadoso concebirlo, ayúdeme usted y suponga que “el espíritu de la tierra” es un hombre gigantesco. Por su tamaño desmesurado es tan invisible para nosotros, como lo somos nosotros para los microbios. Es un arquetipo enorme que se nutrió y creció con el aporte inmigratorio, devorando y asimilando millones de españoles, de italianos, de ingleses, de franceses, sin dejar de ser nunca idéntico a sí mismo, así como usted no cambia por mucho que ingiera trozos de cerdo, costillas de ternera o pechugas de pollo. Ese hombre gigante sabe dónde va y qué quiere. El destino se empequeñece ante su grandeza. Ninguno de nosotros lo sabemos, aunque formamos parte de él. Somos células infinitamente pequeñas de su cuerpo, del riñón, del estómago, del cerebro, todas indispensables. Solamente la muchedumbre innúmera se le parece un poco. Cada vez más, cuanto más son.


La conciencia de este hombre gigantesco es inaccesible para nuestra inteligencia. No nos une a él más cuerda vital que el sentimiento. Cuando discrepemos con sus terminaciones, quizá en el corazón tengamos una avenencia."


Recomiendo la compra del libro, pero como no es tan fácil de conseguir y como lo importante es leerlo, dejo un link para descargarlo completo:

Foto: Flickr

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